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COLERA.  9788412261042

COLERA

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14,00 €

El relato más desgarrador e inaudito del antiguo Madrid azotado por el cólera, un «viaje de exploración», anterior a Baroja y Galdós, que nos descubre unos suburbios peligrosos y hacinados en los que viven «nueve seres humanos en menos espacio, quizás, que el que concede la tierra a nueve ataúdes»

Mucho antes de que lo hicieran Benito Pérez Galdós o Pío Baroja, el intrépido periodista Julio Vargas visitó los tremebundos barrios bajos de Madrid, también conocidos como «tenebrosos», los arrabales y suburbios de una capital con una densidad de población mayor que la de Londres o París y diezmada por una terrible epidemia de cólera, cuyas similitudes con la actual pandemia y su manera de gestionarla resultan pavorosas.

Su crónica es inédita. La ciudad es muy distinta a como será en breve. El valor de su exploración es enorme. De hecho, no elige la palabra «exploración» de forma caprichosa. Visita esos lugares como un aventurero que marcha hacia terra ignota y, al regresar, cuenta cosas increíbles. Penetra en las casas, habla con los vecinos, se tapa la nariz ante los indescriptibles hedores de pozos negros e inmundicias, y se horroriza ante viviendas con «nueve seres humanos en menos espacio, quizás, que el que concede la tierra a nueve ataúdes».

Lo que nos narra Vargas es desgarrador. Usa una y otra vez la palabra «invasión» para referirse a los casos de cólera. Los cuerpos y las casas son constantemente «invadidos», donde los vecinos, hacinados, no son más que «un montón de carne» propicia para el azote del Ganges. Todavía los cuerpos esperan la llegada del carro de los muertos.

Su testimonio tiene un valor enorme. Describe, como nunca se había hecho ni se haría después, la vida y el modo de organización de las legendarias lavanderas del Manzanares, visita La Prosperidad cuando el barrio no es más que un puñado de casas, se despeña para alcanzar los famosos poblados chabolistas de las Injurias y las Cambroneras, mientras operarios del ayuntamiento, envueltos en trajes de aislamiento, desinfectan todo lo que encuentran a su paso y él pregunta a los vecinos qué tal viven. Uno de ellos, resignado, le responde: «Aquí, señor, se vive de milagro».

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